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Volverán los ángeles. Capítulo 4


CAPITULO 4. ¿QUIEN SOY?
Caminé sin rumbo fijo, durante los diez minutos que faltaban. Por el camino me encontré con Ester, que salía de la habitación con sus entrañables amigas. Me dirigieron una mirada matadora, y se alejaron con la cabeza muy alta, muy dignas. Pasé de largo y me encontré de repente en el jardín. Antes de entrar otra vez, respiré aire fresco de esa mañana otoñal. Un ruido me despertó de mi embobamiento. Un crujido, como de rama rota por un pie. Levanté la cabeza y pasé los ojos por todo el recinto. Una ligera sombra me llamó la atención. En el mismo momento en que fijé mis ojos en ella, la sombra desapareció como si nunca hubiese existido. En esos momentos tendría que haber entrado en los calientes muros del internado, pero me pudo más la curiosidad y fui corriendo hacia donde había visto la sombra. Efectivamente, había una rama partida. Aturdida, repasé con la mirada todo el lugar sin obtener nada de provecho. Ni rastro del extraño individuo. Fruncí el ceño y cogí la rama del suelo. Observé las dos partes. Estaban algo astilladas por haberse partido y ligeramente húmedas. No me dijo nada. Convencida de que ahí no había nada que hacer, empecé a caminar hacia la puerta principal para ir a desayunar cuando otro ruido me volvió a sobresaltar. Me giré bruscamente a tiempo de observar la misma sombra alejarse a toda prisa.
-¡Eh tu! ¡Espera!-dije, insensata de mí, y empecé a perseguirlo. Las ramas y la hierba crujían a nuestro paso, dejando rastros de nuestra carrera. Cada vez estaba mas lejos de los muros del internado, y no debería ir mas allá del pequeño bosquecillo que hay por los alrededores. Sudorosa y cansada, me quité el jersey de un tirón y me quedé en manga corta, tirando el jersey al suelo y siguiendo mi carrera. A saber si lo volvería a ver. El extraño individuo seguía corriendo al mismo ritmo, al parecer sin cansarse. Y ahora que lo decía, yo tampoco me estaba cansando.
-¡Espera!-volví a repetir. Me extrañé al no notar falta de aire. Repentinamente, giró bruscamente y lo perdí de vista. Me detuve a pocos pasos de donde había desaparecido. Me acerqué asustada.
-¡Eo!-grité y mi voz resonó en forma de eco.-¿Hay alguien ahí?
-No deberías estar sola por el bosque.-me advirtió una voz misteriosa, provinente de mis espaldas. Me giré sobresaltada y me encontré con un chico demasiado hermoso para ser real, pelo rubio platino y ojos azul cielo.
-¿Quién... quien eres?-pregunté, dando un paso atrás.
-No importa quien sea.-me respondió bruscamente. A parte de eso, sus ojos reflejaban bondad. Como si fuera incapaz de dañar a alguien.
-¿Eras tu el fugitivo?-le pregunté cautelosa. No sabia si fiarme del todo de ese ángel caído del cielo.
-Impaciente muchacha.-dijo chasqueando la lengua. ¿Muchacha? No era mucho más grande que yo.
-¿Impaciente? ¿Te parece a ti que preguntar cosas lógicas es de ser impaciente?-dije teniendo cada vez menos paciencia.
-No es el momento adecuado para responderlas, ni siquiera para formularlas.-me dijo, aguantándome la mirada. Cada vez le entendía menos.
-Pues muy bien, entonces me voy.-dije perdiendo la paciencia del todo.
-No me esta permitido dejarte marchar ahora que me has descubierto.-me dijo, acercándose a mi.
-¿Qué? ¿Cómo? ¡Déjame!-grité, pero fue como si oyera llover, me cargó como un saco de patatas y empezó a tomar rumbo a un lugar desconocido.
-No vamos a arriesgar que te pase nada. Menos ahora que hemos descubierto que te espían.
Me quedé sin saber que decir. ¿Espían? ¿Me estaban espiando? ¿A mi?
-¿Y me estas diciendo que me tengo que fiar de un “muchacho”-ironicé la palabra- que me esta prácticamente secuestrando?-le pregunté.
-Sí.-respondió solamente. Por mucho que dijeran sus ojos, no le había visto sonreír siquiera.
-¿Quién eres?-volví a preguntar.
Silencio. No obtuve respuesta por su parte. ¡Me estaba ignorando!
-¡No me ignores, se que me oyes perfectamente!-le chillé dándole manotazos. De repente, una oleada de aire me impactó en toda la cara y unas ganas enormes de dormir me invadieron por completo.
Abrí los ojos pensando que estaba en la caliente cama del internado, y que despertaría con la agradable sonrisa de Lara a mi lado. Me froté los ojos y en ese preciso instante me acordé de lo que había pasado. Me aparté las manos de la cara y miré a mí alrededor. Estábamos aun en el bosque, o al menos lo parecía. Los árboles eran de un verde intenso a causa de los rayos del sol y el musgo se adhería a sus troncos sin desprenderse de él. Me fijé en una figura que estaba de espaldas a mi, con los brazos por lo que parecía cruzados y mirando fijamente un punto indefinido del bosque. Por los cabellos de color rubio platino le identifiqué como al ser misterioso que me había alejado del internado por vete a saber que motivos. Me aclaré la garganta para llamar su atención pero siguió sin girarse.
-Hola.-saludé. Giró la cabeza sobre si mismo y me miró de reojo como si fuera la primera vez que me hubiera visto.
-Ah, ya estas despierta.-dijo distraído. Volvió a girar la cabeza y continuó con su inspección.
-Podrías ser un poca más amable.-repliqué.
-Ssh.-me mandó callar, girándose otra vez y poniéndose un dedo en la boca.- Cállate muchacha. Necesito silencio.
¡Que manía con llamarme muchacha! Me levanté furiosa de donde estaba, decidida a irme a Dios sabe dónde.
-No te muevas de aquí.-me ordenó. Ni siquiera se giró para hablarme ni comprobar que le hacia caso.-Corres un grave peligro.
¿Cómo? ¿Grave peligro? ¡Pero si solo soy una chica de 16 años! ¿Qué querrían de mí?
-¿Grave peligro?-pregunté, sorprendida.
-Ya te he dicho que las preguntas después...
-¡No nombres el sustantivo muchacha!-le grité.
-...muchacha.-me vaciló, y por primera vez desde que le conocí, hizo un amago de sonrisa. Una sonrisa torcida que me alumbró por completo y me dio una sensación de alivio total.
-Deberías hacer eso mas a menudo.-le dije, apoyándome en el tronco de un árbol.
-¿El que? ¿Llamarte muchacha?-me volvió a vacilar, volviendo a ofrecerme su sonrisa torcida.
-Sonreír.-le dije, suspirando.
-Me temo que no será posible, mu... señorita.-corrigió.
-¡Eso es peor que muchacha!-dije haciendo un mohín.
-¿Cómo quieres que te llame, entonces? ¿Chica?-me preguntó, poniéndose de espaldas otra vez.
-Pues no, por mi nombre, Clara.-le respondí, como si fuera lo mas natural del mundo.
-Demasiado vulgar.-me contestó. ¿Vulgar? ¡Él si que era vulgar!  Volvió a mostrar su sonrisa torcida, supongo que riéndose de una broma suya.
-¿De que me estas protegiendo?-me atreví a preguntar. Suspiró, derrotado.
-¿No vas a parar nunca, no?-me dijo, volviendo a suspirar, girándose finalmente y mirándome a los ojos. Negué con la cabeza, contenta por la victoria. Pero se calló. Y vino un silencio larguísimo. Pensando que era una ingenua por creer que había caído tan fácilmente, me dispuse a sentarme en la mullida hierba de los pies del árbol.
-Me llamo Alistair.-me dijo súbitamente.
-¿Alistair? ¿Qué nombre es ese?-se me escapó.
-Es una larga historia.-me contestó.-Tiene relación con todo esto que estas viviendo y el porque del extraño fugitivo que te estaba vigilando. 
Me vino un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.
-No tienes porque estar asustada.-me calmó.-Yo...-se corrigió.-Nosotros... te cuidaremos.
-¿Me cuidares? ¿Por qué? Y lo mas importante, ¿de que?
-Supongo que ha llegado el momento de la verdad.
-Ya lo creo.-le dije, sentándome en el suelo para empezar a oír lo que me tuviera que decir.
Levantó los ojos al cielo y se sentó enfrente.
-Bien.-se aclaró la garganta.-En realidad, yo sería una especie de ángel de la guarda. Me han otorgado la misión de... protegerte, por así decirlo. Ordenes superiores.
Me lo quedé mirando pasmada. ¿Ángel de la guarda?
-Sí, ángel de la guarda.-afirmó. Me lo quedé mirando con cara aun mas extraña.-Puedo leer los pensamientos.-me confesó.-Pero todo a su debido tiempo.
-¿Lo de antes también lo has hecho tu?-le pregunté.
-Si te refieres a lo de dormirte, sí. Cuando quieres eres pesada.-me dijo, así sin mas.
-¡Oye!
-Déjate de tonterías.-me riñó.-Pues bien, como iba diciendo, he de protegerte. Para ser mas precisos, he de protegerte de un ser.
-¿El que me espiaba?-pregunté, con la piel de gallina.
-Sí.-contestó.-Pero no es un ser cualquiera... es un demonio.
Me quedé en trance. Mis músculos se agarrotaron y mis ojos se abrieron de par en par.
-Como he dicho antes, soy un ángel. Y ahora viene la parte mas dura...-me dijo, mirándome directamente a los ojos, con ese color azulado demasiado precioso. No podía hablar. Me había quedado paralizada.- Tu también eres uno de los nuestros.
Exploté. Más bien, me congelé. Mi corazón se paró en seco para después bombardearme a palpitos semejantes a una locomotora.
-Tus padres también lo eran.-añadió, para acabarlo de redondear.-Bueno, tu padre. Tu madre era otra humana cualquiera, pero la fuerza del amor empujó a tu padre a apartarse de su vida de ángel y pasar el resto de su vida con su amada.
-Mi padre...-solo pude articular.
-Sí, también era un ángel de la guarda.-me confirmó mis temores.-Pero el caso es que no creo que te creyeras que murieron de causas naturales.
Negué con la cabeza, aun pálida por la impresión.
-Un demonio.-supuse.
-Exacto.-me volvió a confirmar.-Tu madre era un objeto precioso en el juego. La presa ideal. Una humana que había engendrado a un semihumano. Era una persona de gran belleza, y eso incitó a los demonios a seducirla. Pero tu madre estaba tan profundamente enamorada de tu padre, que evadió sus intenciones. Años después, naciste tú. Los demonios se escandalizaron en cuanto se enteraron. Después, se lo pensaron mejor y deducieron que qué mejor que una chica medio humana medio ángel. Se encargaron de quitar de en medio a tu padres, pero eso fue por otro motivo que no estoy autorizado a revelarte.-hizo una pausa y siguió.-Ahora, nos hemos enterado de que te buscan y te quieren llevar con ellas a saber con que intenciones. Por eso me han enviado, para protegerte de ellos... y de él.
Estuve un rato digiriendo la historia.
-¿De él?-pregunté al cabo de un rato.-¿De quien te refieres?
-Parece ser que has llamado mucho la atención entre ellos. Él es el más poderoso de todos.
-¿Lucifer?-dije. Empezó a reírse. ¡Reírse! Su risa era como un repique de campanas muy sensual.
-Lucifer...-repitió, parando de reír.-Os han acostumbrado mal. No hay ningún Lucifer entre los demonios... su nombre es Aragorn.
Aragorn, Alistair... ¿es que no pueden tener nombres normales? Alistair empezó a reírse, supongo que me había leído el pensamiento. No me gustaba ese poder.
-Antes de nada, he de advertirte una cosa.-me explicó.-Aragorn es un ser muy bello, los demonios tienen una belleza inhumana. Intentará seducirte para llevar a cabo sus intenciones. Por favor te pido que no caigas en ellas. Ni te acerques a nadie. Ya nada es seguro.
-¿Por qué he de fiarme de ti?-le pregunté, insegura.
-Porque ahora mismo sin mi no eres nada.-me contestó simplemente. Sus palabras chocaron en mí como un iceberg helado. En ese preciso instante recordé a Lara y a las chicas. ¿Las volvería a ver?
-No.-respondió a mi pregunta mental.-Lo siento, pero no. No nos podemos arriesgar.
Lloré. Si, lloré mucho. Por haber dejado las cosas así con Lara, por haberlas decepcionado, por haber perdido a las únicas amigas de verdad que había tenido. Me acurruqué y enterré la cabeza entre mis piernas, llorando abiertamente. Noté como Alistair se levantaba y me dejaba sola, supongo que para dejarme digerir lo que acababa de escuchar. Quería preguntar un montón de cosas, pero ya tenía suficientes respuestas por hoy. Estaba cansada, agotada y hundida. Entre sollozos, volví a dormirme.
Una sacudida me despertó. Abrí los ojos, profiriendo un grito de espanto.
-Tranquila much...-le fulminé con la mirada.-Clara.
-¿Se puede saber que quieres?-le pregunté aun con la voz medio rota por los lloros.
-Tenemos que partir hacia el norte. Tienes que estar segura, y solo lo estarás en un sitio.
-¿En cual?-le pregunté, poniéndome en pie a regañadientes.
-En mi hogar.-me contestó, serio. Supuse que no me contaría nada mas, como era de esperar, así que empecé a caminar hacia una dirección al azar.
-¿A dónde vas?-me preguntó, alzando una ceja.
-A tu “hogar”.-le contesté, caminando hacia un caminito.
-No es por ahí. Te vas a perder.-me avisó.
-No me pierdo nunca.-fanfarronee.
-¿Quieres dejar de comportarte como una cría?-me riñó Alistair.
-No me comporto como una cría.-le dije, ofendida.
-Ahora mismo lo estas haciendo.
-¡Bah!
Le mandé a tomar viento con un gesto con el brazo.
-No me pongas las cosas mas difíciles...-me dijo Alistair.
-Vaya... ¿para ti esto es difícil? ¿Cuidarme te parece difícil?-le dije, enfadada.
-Si, difícil. Sobretodo cuando la protegida en cuestión es una cría que me saca de quicio cada vez que habla.
Exploté. Saqué todo lo que tenia dentro, me enrabié con él.
-¡Difícil! ¡Me estas diciendo en pocas palabras que no me soportas! ¿Te crees que a mi me gusta estar aquí contigo, intentar aparentar simpatía hacia ti por ser mi “protector”? ¡Ahora mismo me gustaría estar con mis amigas en Toddle! ¡Primero me secuestras, después me cuentas una historia que cambia mi perspectiva de vida y ahora vas y me sueltas que no me soportas, que soy una criaja, una insoportable jovencita que todo lo que sabe hacer es enfadarse, patalear y gritar de rabia! ¡Pues bien, si no me soportar ya tardas en irte de aquí y dejar que esos estúpidos demonios me cojan! ¡Total, soy una insoportable criaja que no sabe más que chillar! ¿Para qué protegerla?
Lloré de rabia. No podía más. Tenía ganas de darle tortazos hasta cansarme, de chillarle en toda la cara lo imbécil que era. A Alistair le cambió la cara. De repente, sentía como se compadecía de mí. Ahora que el mal estaba hecho.
-Clara...-dijo por primera vez mi nombre alto y claro.
No podía evitar tener la sensación de bienestar que me producía mi nombre en sus palabras. Por muy enfadada que estuviera con él, me relajaba estar a su lado. Era un completo idiota.
-Mira Clara, se que esto no es fácil para ti, pero no me vengas con que no nos importas. Eres muy importante para nosotros, no podemos arriesgarnos a perderte. Solo decía que es difícil soportar tu temperamento. Te sobresaltas demasiado. Me produce jaqueca.
-¿Jaqueca?-le pregunté abriendo mucho los ojos.
-Sí, jaqueca, dolor de cabeza.
-Ya se lo que es, gracias.-le dije molesta.
-¿Ves? Ahora mismo lo estas haciendo.-me dijo poniéndose las manos en la cabeza y masajeándose.
-Mira...-voy a protestar, pero me pone sus dedos en mis labios y me impide hablar.
-Cállate, por favor.-me suplica. Sus dedos son suaves, muy suaves... Casi como algodón. Mis músculos se relajan a su contacto y cierro los ojos.  Las piernas me flaquean y estoy a punto de caerme al suelo, pero Alistair me sujeta por la cintura y aguanta mi peso sobre un brazo.
-¿Qué me has hecho?-murmullo medio adormilada.
-Relajarte un poco.-me dice serio. No me desmayo, ni me duermo, simplemente permanezco con los ojos cerrados y en brazos de ese ángel del demonio. Me río de mi propia broma y una oleada de frescor apaga mis risas. Me había olvidado de que me lee el pensamiento. Maldición.
-Hasta así no te callas.-me dice, y rendido, me desprende el extraño embrujo y vuelvo a abrir los ojos.-Tenemos que irnos ya si queremos acampar en un sitio seguro.
-¿Acampar?-pregunto sobresaltada. Solo había acampado una vez, y con mis padres de pequeña. Y aun así era en un camping con piscina y restaurante.  Me ignora y me suelta, haciéndome tambalear.
-Simpático.-farfullo. Empieza a caminar sin comprobar que le siga, cosa que no hago. Me quedo allí pasmada, viendo como me ignora y como empieza su ruta misteriosa. Empiezo a perderlo de vista, y en vista de que no vuelve a buscarme, sigo el camino por donde se ha marchado. El claro donde estábamos da paso a maleza y ramas entrelazadas que hacen un camino más difícil, pero como marcado. Como si fuera una ruta. Sigo el camino y ni rastro de Alistair. Suerte que me tenía que proteger. Diviso una figura entre los árboles, y segura de que es Alistair, me acerco corriendo a regañarlo. Un choque con algo o alguien hace caerme al suelo de culo.
-¿Se puede saber que...?-pregunto pero no acabo la frase porque me fijo con quien me he chocado. Esa tez morena, esos ojos negros, ese atractivo... El chico de la ciudad.
-Hasta por el bosque te chocas conmigo-dice con su atractiva sonrisa.
-¿Qué haces aquí?-pregunto extrañada.
-Lo mismo digo. ¿Qué hace una chica Toddle sola por el bosque?
-Es una historia muy larga...-digo suspirando.
-La mía también.-dice entre risas.-Parece que tenemos muchas cosas en común.
Me guiña un ojo y mis mejillas se tiñen de rojo.
-Puedo acompañarte al internado si quieres...-se ofrece.
-No, gracias...-digo a duras penas. Me encantaría estar con él, pero tenia que encontrar a Alistair.
-Como quieras.-dice, y empieza a caminar.
-¡Espera!-le chillo para que se pare.
-¿Si?-dice con esa sonrisa característica suya.
-Me dijiste que pronto sabría tu nombre...-digo avergonzada.
-Tienes razón...-dice acercándose otra vez hasta donde estoy. Se acerca mas a mi, demasiado.-¿De verdad quieres saberlo?-me susurra a la oreja.
-Sii...-murmuro.
-Mi nombre es...
-¡Clara! ¿Estas aquí?-interrumpe la voz de Alistair. Oh, no. La cara del chico misterioso cambia y deja incompleta la frase, como siempre.
-He de irme. Nos veremos pronto, te lo aseguro.-me susurra, y me da un beso cerca de la comisura de los labios antes de irse casi volando. Justo cuando desaparece él, aparece Alistair por el otro lado.
-¿Se puede saber donde te habías metido? ¡No puedes andar sola por el bosque! ¡Hay criaturas peligrosas!-me regaña Alistair, enfurecido.
-¡Mira quien habla! ¡El que se va sin preocuparse de que lo siguiera o no!
-¡Alguien suficientemente listo me habría seguido, cosa que parece que tu no eres!
-¡Deja ya de tratarme como una cría!
-¡Parece que es lo que eres!
-¡Déjame en paz!-chillo enfurecida. Levanto el brazo para darle una bofetada pero a medio camino de su mejilla me coge por la muñeca.
-Yo que tu no haría eso.-dice con la voz calmada, pero con un hilo de rabia. Intento soltarme la muñeca pero solo consigo hacerme daño.
-No te aguanto, te juro que no te soporto...-digo con la cabeza baja y con la voz enrabiada.
-Parece que el sentimiento es mutuo.-me suelta como si fuera una bofetada, que es lo que siento. Una bofetada en toda la mejilla. Sus palabras son como bofetadas.
-Me parece que me tendría que haber ido con él...-digo en voz baja.
-¿Qué te tendrías que haber ido con quién?-dice sobresaltado.
-Con alguien mucho mejor que tu, y con mas respeto.
-¿Con quien has estado hasta ahora Clara?-me pregunta.
-¿A ti que te importa?-le contesto.
-¡He dicho que con quien has estado!-vuelve a preguntar, aunque parece mas una orden.
-Con un chico.
-¿Qué chico?-pregunta alarmado.
-Yo que sé, ni siquiera se su nombre. Tez morena, ojos negros...
-¡¡Insensata!!-me grita en toda la cara.-¡¡Mira que llegas a ser tonta!!
-¿Quieres dejar de insultarme?-le digo enfadada.
-¿Sabes quien es ese “chico”?-me pregunta.-¿Lo sabes? ¡Pues seguramente ese chico es cualquiera de los secuaces de Aragorn!
Me quedo callada, con los ojos abiertos como platos. ¿Él? ¿Un demonio? Imposible. Es demasiado bueno...
-¿Bueno? ¿¡Bueno!?-dice saliéndose de sus casillas.-¡Ningún demonio es bueno, Clara! Utilizan la persuasión, llaman la atención, intentan atraer, gustar, incluso enamorar... ¿y después sabes que hacen? ¿lo sabes? ¡Te matan, Clara!
En el poco tiempo que había estado con Alistair no lo había visto nunca tan enfadado como ahora. Casi se podía ver el humo que salía de su cabeza.
-Tampoco es para ponerse así... no me ha pasado nada malo.-reprocho.
-¡¡Que tampoco es para tanto dice!!-me chilla y suelta una risa nerviosa.-Claro, no es para tanto... ¿Cómo va a ser para tanto? ¡Solo has estado con un demonio!
-¿Quieres calmarte un poco? ¡Al fin y al cabo yo tengo que estar con un ángel!-le digo perdiendo la paciencia. Inspira y expira varias veces para calmarse, moviendo convulsivamente las manos. Parece que funciona, porque al rato abre los ojos y la calma vuelve a inundar su ser.
-Bueno... mejor será que nos vayamos.-dice con la voz suave. Siento una relajación dentro de mí, como cada músculo de mi cuerpo se relaja y la calma me inunda a mí también. Lo esta volviendo a hacer.
-Quieres dejar de meterte en mi cabeza...-digo con la voz convertida en un suspiro.
-No.-dice tajante, y sin previo aviso, me coge y me sube a su espalda.
-¿Qué haces?-le digo intentando soltarme.
-Si te vas parando a hablar con tus amiguitos los demonios no llegaremos nunca.-dice con la voz severa, y empieza a correr antes de que me de tiempo a decir algo. Mis cabellos vuelan sueltos hacia atrás y siento como el viento azota mi cara. Esta velocidad es inhumana. Cuando ya llevamos un buen rato, me doy cuenta de que no esta corriendo, sino volando por encima de la hierba húmeda a una velocidad de vértigo. Cierro los ojos pero me es imposible relajarme, el azote constante del viento no me deja ni pensar. 

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Frases del libro It (Stephen King)

Confieso que siempre he sido de las que primero se lee el libro y luego ve la película. Pero esta vez ha sido diferente. Stephen King siempre había sido un must  en mi lista de libros pendientes, pero nunca acababa de empezar ninguno. Hasta que hace un poco más de un mes fui a ver la película de "It". Fui medio convencida por mis amigos, que siempre me arrastran a ver películas de miedo. Creía que sería "otra peli de miedo más". Pero no. Lo que vi me sorprendió y me gustó mucho. La historia me fascinó y me animé a empezar el libro. Y no me arrepiento para nada. He acabado descubriendo que lo que menos miedo da del libro es el payaso. En ocasiones, lo real era más temible que lo fantástico. Y esas escenas eran las que más me ponían los pelos de punta. A continuación, recojo unas cuantas citas que he ido marcando a medida que iba leyendo (ventajas del eReader) y que me han llamado la atención ya sea por su significado, por la forma en que describen las cosas o si

Frases Cazadores de Sombras. Los Orígenes 2 (Príncipe Mecánico)

Lo prometido es deuda! Aquí dejo unas cuantas frases que he ido subrayando mientras leía. Me he dejado muchísimas pero si pusiera todo lo que me ha gustado tendría que escribir el libro entero!! Porque si no hay nadie en el mundo a quien le importes, ¿realmente existes?   No quería evitarla; la verdad era que esa tarde había fracasado miserablemente al acompañarla no sólo al entrenamiento, sino también después al salón. A veces se preguntaba si hacía esas cosas sólo para probarse. Para ver si sus sentimientos habían desaparecido. Pero no era así. Cuando la veía, quería estar con ella; cuando estaba con ella, ansiaba tocarla; cuando le tocaba aunque fuera la mano, quería abrazarla. Quería sentirla contra él como en el desván. Quería conocer el sabor de su piel y el olor de su cabello. Quería hacerla reír. Quería sentarse y escucharla hablar de libros hasta que se le cayeran las orejas. Pero todo eso no lo podía querer, porque no lo podía tener, y querer lo que no se podía tener sól